viernes, 3 de febrero de 2012

Noche.

Enciende la radio y apaga todo lo demás. 
Oscuridad. Suspiros repentinos. Manos que se cruzan, divertidas, ligeras. Desabotonan, buscan, encuentran. Una caricia, un beso. Y otro beso y una camiseta que se pierde en el suelo. Un cinturón que se abre. Una cremallera que baja lentamente. Un salto. En la oscuridad pintada de oscuridad. Feliz de estar allí... Oscuridad hecha de deseo, de ganas, de ligera transgresión. Coches que pasan veloces por la carretera. Faros que iluminan como un rayo y desaparecen. Ráfagas de luz que dibujan bocas abiertas, deseos suspendidos, sufridos, alcanzados, cumplidos, ojos cerrados, luego abiertos. Y más y más. Como entre las nubes. Cabellos alborotados. Manos que proporcionan placer. Bocas en busca de un mordisco y coches que continúan pasando, tan veloces que nadie tiene tiempo de reparar en este amor que sigue el ritmo de una música al azar, procedente de la radio. 
Hay cosas que ocurren en la oscuridad, entre dos personas, que hacen que todo lo que sucede a la luz del día parezca bueno. 


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